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 El dolor de Espalda  > Causas del dolor > Alteraciones de la estructura de la columna vertebral

Escoliosis

Qué es

La escoliosis se define como una curvatura lateral de la columna vertebral de carácter estructural (es decir, no voluntaria ni postural).

Esta definición excluye:

  • Las “escoliosis posturales”, que no son estructurales, sino que se deben a vicios posturales.

  • Las “escoliosis reflejas”, que a veces pueden aparecer transitoriamente a causa de la contractura muscular refleja desencadenada por un dolor intenso (con cierta frecuencia se ven en casos de hernia discal sintomática). En estos casos, es el dolor el que incita a buscar una postura que alivie la carga sobre la zona que lo causa, desencadenando una contractura muscular que mantiene una postura curvada. Pero no existe una “deformación estructural”, por lo que se trata de una “postura escoliótica” y no de una “escoliosis”.

  • Las “escoliosis compensatorias”, en las que la curvatura de la columna aparece para equilibrar otras asimetrías (generalmente por tener una pierna más larga que la otra). En las verdaderas escoliosis, es decir, las escoliosis primarias, la vértebra está, además de inclinada, rotada,  a diferencia de lo que ocurre en las escoliosis compensadoras.

Vista desde atrás una columna vertebral normal es recta, de forma que la espalda aparece simétrica. Cuando existe una escoliosis, la columna se ve curvada y se pueden observar uno o varios de estos signos:

  • Una cadera más alta o abultada que la otra,

  • Un omóplato (o "paletilla") más alto o abultado que el otro,

  • Un hombro más alto que el otro,

  • La cabeza no está centrada con respecto a las caderas,

  • De pie, con los brazos colgando, el espacio entre un brazo y el tronco es mayor a un lado que al otro,

  • Al agacharse hacia adelante con las piernas estiradas hasta que la espalda quede horizontal, un lado está más alto o abultado que el otro.

 

Cómo se produce

Las escoliosis pueden ser debidas a malformaciones. En este caso son congénitas (es decir, existen desde el nacimiento); eso sucede, por ejemplo, en los casos debidos a la falta de formación de la mitad de una vértebra). También pueden  aparecer como una manifestación más de otras enfermedades (como la neurofibromatosis, el síndrome de Marfan o enfermedades neuromusculares). Sin embargo, la mayoría de las escoliosis, y que aparecen en niños sanos,  son “escoliosis idiopáticas”. Este tipo de escoliosis se pueden  considerar “síndromes mecánicos del raquis”, y son  las que se describen en esta web.

Habitualmente la escoliosis no se detecta en el recién nacido, sino que aparece progresivamente en la infancia y tiende a estabilizarse cuando, después de la pubertad, termina el crecimiento óseo, aunque puede aumentar en las últimas etapas de la vida, al sumarse fenómenos degenerativos.

Los mecanismos exactos por los que aparece la escoliosis no son todavía conocidos, pero se sabe que están implicados varios genes; unos parecen estar vinculados a la aparición o predisposición a que aparezca la curva escoliótica, y otros a su progresión.

Esta influencia genética explica que la probabilidad de que un niño tenga escoliosis es mayor cuando sus padres también lo son; el que el padre o la madre tengan escoliosis se asocia a una probabilidad aproximadamente un 36% mayor, que no aumenta significativamente si ambos lo son.

En contra de lo que durante muchos años se ha creído, ni las posturas que adopte el niño, ni la realización intensa de ejercicio o deporte, aumenta el riesgo de que aparezca escoliosis. La única posible excepción demostrada a esto último es la práctica muy intensa, a nivel olímpico o equivalente,  de gimnasia rítmica, especialmente en niñas con un esqueleto inmaduro. Sólo en esa fase y caso concretos, una práctica deportiva excepcionalmente intensa ha demostrado ser capaz de modificar (ligeramente) la forma de la columna vertebral.

Aproximadamente el 2-3% de los niños tienen algún grado de escoliosis, definido como una curva de 10 o más grados Cobb (método más habitual de medida del ángulo de la curva);  el 0,3% a 0,5% tienen una curva de más de 20 grados, y menos del 0,1% la tienen de más de 40 grados. Aunque la proporción de niños y niñas con escoliosis es similar cuando se trata de curvaturas pequeñas, la inmensa mayoría de las curvaturas de más de 20 grados se observan en niñas, y la proporción aumenta cuanto mayor es la curvatura. El motivo de esta diferencia entre sexos es desconocido.

Síntomas

Durante muchos años, se ha creído que la escoliosis causaba dolor de espalda en la niñez o facilitaba que apareciera más tarde, en la vida adulta. Se creía que la “deformación” que significaba la asimetría de la columna vertebral, tarde o temprano provocaría dolor por sí misma u obligaría a la musculatura a hacer mucho más esfuerzo de lo que podía, causando dolores de espalda crónicos e importantes, que limitarían la vida normal de las personas con escoliosis.

También se creía que curvaturas de más de 60 grados en la columna dorsal, podrían producir problemas cardíacos o respiratorios, por lo que para evitar esos problemas en la juventud y prevenirlos en la edad adulta, era indispensable aplicar los tratamientos que fueran precisos para “enderezar” la columna. Sin embargo, los estudios científicos realizados no han demostrado que la escoliosis idiopática realmente cause problemas cardiorrespiratorios y, de hecho, la capacidad aeróbica de los adolescentes que fueron operados porque ese parámetro era inferior a lo normal, no mejoró (sino que, de hecho, empeoró ligeramente) después de la cirugía.

Sin embargo, los estudios realizados han demostrado que esa creencia es errónea. Esos estudios demuestran que:

  • Quienes tienen escoliosis no padecen dolor de espalda de manera más intensa o frecuente que quienes no lo tienen. Incluso en los estudios en los que se han encontrado diferencias, estas son tan pequeñas que carecen de relevancia.

  • Sólo un estudio ha hallado datos que sugieren que, al hacer esfuerzos físicos, jadean más frecuentemente los ancianos que tienen una escoliosis situada específicamente en la columna dorsal y de más de 80 grados, que aquellos que no tienen escoliosis. Sin embargo, las características del estudio y el bajo número de personas que participaron en él, hacen imposible descartar que esas diferencias se debieran a otros motivos, como padecer otras afecciones o estar en peor forma física. De hecho, incluso en ese estudio, la mayoría de las personas con escoliosis (incluyendo escoliosis dorsales de más de 80 grados), no tenían ninguna limitación al desarrollar su vida cotidiana o hacer esfuerzos físicos.

De hecho, otros estudios  son consistentes con el concepto de que el grado de curvatura resulta poco relevante desde el punto de vista clínico: el hecho de “enderezar” la columna no conlleva mejorías relevantes en el dolor o la calidad de vida de los adolescentes, ni los grados de desviación que quedan después de la operación se correlacionan con la calidad de vida de los adultos que han sido operados por escoliosis.

En resumen, según los estudios disponibles  y en contra de lo que se ha creído durante años, la escoliosis idiopática no es una causa de dolor de espalda ni, habitualmente, de otros problemas de salud, sino sólo una “peculiaridad estética”. De hecho, el único parámetro que ha demostrado mejorar tras “enderezar” mediante cirugía la columna vertebral es el “esquema corporal propio”,es decir, que los operados sienten que, estéticamente, su espalda está recta, pero eso no tiene más trascendencia que la estética.

Sin embargo, con frecuencia el diagnóstico de escoliosis genera un alto grado de angustia entre los padres, que perciben erróneamente que es una enfermedad progresiva que requiere actuaciones urgentes para evitar que se agrave. Esa percepción errónea se agrava por el hecho de que frecuentemente el padre o la madre se sientan (injustificadamente) culpables por tener escoliosis y “habérsela transmitido” a su hijo. También son víctimas de mitos alentados durante años, que presentaban la escoliosis como una enfermedad que condiciona el futuro pese a que los datos demuestran que no es así. Además, la información disponible sobre escoliosis en Internet está plagada de errores que tienden a alimentar esa angustia injustificada, y los incentivos que supone su “manejo y control” (visitas y pruebas radiológicas innecesarias, tratamientos costosos, etc.), suponen incentivos económicos adicionales para perpetuarlos.

Realmente, las pruebas disponibles demuestran que:

  • Las escoliosis secundarias a otras enfermedades se diagnostican fácilmente por las enfermedades a las que están asociadas.

  • No diagnosticar una escoliosis idiopática no supone un problema de salud. En contra de lo que se ha creído durante años, la escoliosis no es una causa relevante de dolor de espalda, la evolución a corto y largo plazo es igualmente positiva entre quienes presentan y no presentan escoliosis, y no tratarla no genera problemas ni condiciona el futuro de quien la presenta.

El tratamiento de los pacientes con dolor de espalda que tienen escoliosis es el mismo que el de aquellos que no la tienen. Además, la existencia de escoliosis no modifica la respuesta de los pacientes a esos tratamientos, ni influye en su pronóstico.


Riesgos

El grado de escoliosis puede ir aumentando a medida que el hueso se va desarrollando; así, su ritmo de progresión  suele acelerarse durante el “estirón” previo a la pubertad, y ralentizarse después hasta prácticamente estabilizarse, pudiendo aumentar ligeramente durante la vejez, cuando se suman fenómenos degenerativos.

Pero lo más importante es que los estudios demuestran que esa evolución (estética) no tiene verdadera importancia práctica, pues el grado de curvatura de la espalda no desencadena dolor ni otras repercusiones funcionales importantes.


Tratamiento

No tratándose de una “enfermedad” (puesto que en sí misma no causa dolor ni otras limitaciones relevantes), es discutible que requiera “tratamiento”. Los estudios disponibles indican que se trata de una afección “estética”, por lo que la agresividad del tratamiento que se plantee debe ponerse en perspectiva con sus consecuencias, posibilidades de éxito y riesgos.

Para el tratamiento de la escoliosis se han planteado las corrientes eléctricas, el ejercicio (inespecífico y específico), distintos tipos de corsé, y la cirugía.

  1. Las corrientes eléctricas se planteaban con la idea de estimular selectivamente la musculatura de un lado de la columna, con el objetivo de que generara una resistencia asimétrica y “enderezara” el crecimiento de la columna vertebral. Hace años que los estudios demostraron  que son ineficaces, y hoy en día no hay fundamento para aplicarlas.

  2. El ejercicio inespecífico no pretende “corregir” ni “frenar” la curvatura escoliótica, sino simplemente mejorar el estado muscular y cardiovascular. Como el ejercicio ha demostrado tener un efecto positivo sobre la prevención y evolución del dolor de espalda, se plantea que eso puede resultar especialmente conveniente en una niño o niña con escoliosis (o que la escoliosis puede resultar un buen argumento para incitar al niño y su familia a que realice una actividad que en sí misma es beneficiosa para su salud). De hecho, existe fundamento científico para recomendar que las niñas escolióticas con curvaturas de grado medio hagan ejercicio, puesto que ha demostrado mejorar su estado muscular, metabólico y cardiovascular.

  3. El ejercicio específico pretende desarrollar concretamente aquellos grupos musculares que teóricamente podrían reducir el ritmo de progresión de la curvatura escoliótica. Aunque estudios iniciales sugerían que podía lograr ese efecto, realmente las pruebas disponibles no son suficientes para afirmarlo, aunque sí reflejan que puede ser útil como coadyuvante para ese fin y, eventualmente, reducir la prescripción de corsé.

  4. Corsé

    Su uso se plantea con el objetivo de reducir el ritmo de progresión de la curva escoliótica, o incluso detenerla. El concepto es que encorsetar la columna puede dificultar mecánicamente que se “siga torciendo”. Sin embargo, el uso continuado del corsé genera atrofia muscular, por lo que se recomienda quitarlo unas horas al día y en ese momento hacer ejercicio para reducir ese riesgo. Antiguamente, los corsés se hacían en escayola (lo que dificultaba quitárselo y ponérselo, aumentaba el riesgo de atrofia muscular y hacía más molesto su uso por motivos higiénicos y prácticos), pero actualmente suelen ser de material plástico. Para hacer más soportable se uso se han diseñado corsés flexibles, pero han demostrado tener menos efecto que los rígidos.

    Algunos estudios han sugerido que el corsé, cuando se lleva durante 18-23 horas al día, puede disminuir el porcentaje de niñas que alcanzan los 50º de curvatura.

    El compendio de los resultados de todos los estudios disponibles demuestra que en la mayoría de los casos  ese efecto es discreto y carece de relevancia en la práctica, al no tener ni repercusiones clínicas importantes a corto y largo plazo,  ni  estéticas. Eso plantea cuestiones prácticas (e incluso éticas) sobre si  realmente merece la pena exponer a un niño o niña a las incomodidades y riesgos que conlleva un corsé, para lograr que su curva escoliótica tenga menos grados que si no lo hubiera llevado, cuando eso carece de repercusiones relevantes a corto y largo plazo, tanto clínicas como estéticas. De hecho, llevar el corsé es incómodo, limita la manera de vestirse, las actividades de ocio y puede tener repercusiones en la vida social y las relaciones de la niña, lo que puede conllevar un impacto psicológico considerable.

    Así, en general, el eventual beneficio que puede aportar el corsé con respecto a la posible reducción del ritmo de progresión de la curva, habitualmente no compensa el impacto (físico y psíquico), ni las molestias que causa. Tal vez tenga sentido planteárselo en unos casos muy específicos y durante unos períodos muy concretos; por ejemplo, en niñas que, durante el “estirón” coincidente con su pubertad y la aparición de las primeras menstruaciones, la curva escoliótica progresa muy rápidamente. Sin embargo, tanto los padres como los niños  tienen que ser conscientes de que:

    • El corsé sólo ha demostrado tener efecto si se lleva muchas horas al día,
    • Es esencial hacer ejercicio (intenso) en las horas en las que no se lleve (para evitar la atrofia muscular),
    • Las pruebas científicas reflejan que:

      • Eso no influirá en absoluto en su salud (en términos de dolor de espalda u otras limitaciones),
      • Es posible que eso logre que sea algo menor el grado de curvatura que terminará teniendo, aunque no es seguro, y si la reduce la magnitud de esa disminución probablemente sea demasiado pequeña como para resultar perceptible (incluso estéticamente).

  5. Cirugía

    Algunos casos de escoliosis asociadas a otras enfermedades o debidas a malformaciones, necesitan ser operadas. Pero esos no son casos de “síndromes mecánicos del raquis”.

    Realmente, basándose en los estudios científicos disponibles, ningún caso de escoliosis idiopática “necesita” ser operado aunque “pueda” serlo, si se considera que las ventajas que la operación puede aportar, y que son meramente estéticas, compensan los propios perjuicios estéticos de la cirugía que, a cambio de reducir la  desviación deja una cicatriz de tamaño variable y habitualmente considerable, así como sus riesgos y complicaciones.

    La cirugía de la escoliosis es agresiva, y aparecen complicaciones relevantes en el 10,2% de los operados. Aunque la proporción de complicaciones es mayor entre la cirugía por escoliosis debida a enfermedades neuromusculares (17,9%) y malformaciones congénitas (10,6%), incluso entre las “escoliosis idiopáticas” operadas por cirujanos expertos, esa proporción es del 6,3%; las más frecuentes son déficits neurológicos, infección de la herida quirúrgica  (profunda o superficial), complicaciones respiratorias o relacionadas con el implante. La tasa de mortalidad en la cirugía de las escoliosis idiopáticas, según distintos estudios, varía entre el 0.02% y el 1,17%.

    Además, la cirugía de la escoliosis conlleva una perdida de movilidad de la columna en relación con la movilidad previa. Cuando el nivel inferior de la fijación se sitúa en L1-2, se observa una limitación de los  movimientos de  rotación, y si termina en L3 además limita los movimientos de flexión, extensión, y laterales.

    Con el fin de enderezar quirúrgicamente la columna, se aplican técnicas diversas, que dependen de las características de la escoliosis y las preferencias del cirujano. Todas conllevan la realización de una fijación de uno o varios niveles vertebrales (o “artrodesis”) frecuentemente con la colocación adicional de barras a lo largo de ambos lados de la columna, que la mantienen enderezada. Los estudios realizados demuestran que, incluso entre cirujanos especializados con formación equivalente y que trabajan el ámbitos parecidos, hay grandes variaciones con respecto a la técnica quirúrgica concreta que usan en casos similares, con respecto a la aproximación quirúrgica, el nivel o niveles que fijan, el tipo de instrumentación que usan, cuándo recomiendan que el paciente comience a moverse después de la cirugía, etc

    Un estudio internacional, en el que participaron 48 cirujanos especializados  que incluía algunos de los principales expertos mundiales en este tipo de cirugía, y diseñado para “forzar” el consenso, no logró que llegaran a acuerdos consensuados en los principales aspectos técnicos de la cirugía por escoliosis. Es más, el mayor grado de acuerdo lo mostraron en que el objetivo de la cirugía debería ser asegurar aspectos que no han demostrado en los estudios tener importancia («evitar la progresión de la curva» y «mantener la columna equilibrada») que en el que si  ha demostrado  lograr  según los estudios disponibles(la corrección estética de la curva).

    La cirugía tampoco ha demostrado mejorar la función cardiopulmonar dos años después de ser realizada en pacientes con escoliosis de más de 45 grados y en los que la capacidad aeróbica y tolerancia cardiorrespiratoria al ejercicio se hallaba disminuida antes de la cirugía.


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 Última actualización: 5 Diciembre, 2017

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